Diles que yo no te maté... (Para mi Ama)



*En la foto, mi Ama y mi "Neska" (1987) esperando a que yo saliera 
   de trabajar en el Centro de Salud del Puerto de la Cruz (Tenerife)

Kaixo, Ama!
Te escribo…
porque es mi forma de sentirte en mi adicción a pensarte…
desde que solo puedo verte con los ojos cerrados…
Nada hay que hable más claro que una lágrima,
y hoy, en el aniversario de tu deceso,
las mías rebosan los tinteros para regalarte estas palabras.
Veintiún años de oscuridad negra sin la brújula de tu mirada…
me sigue atrapando tu tristeza… y no consigo escapar…
llevo aún en mis sentidos todo lo que no te dije…
creo que comprendí el valor de todos aquellos momentos
cuando entre mis manos ya solo eran recuerdos,
y aún me duelen las costuras de la vida y… sangran…
 
Te fuiste… y alguno quiso que yo también me fuera…
jugaron al peligroso juego de las culpas y sus trampas…
colocaron a mi vida en tu muerte una etiqueta
que a veces aún asoma cuando aúllan las estrellas…
Aquella frase que vociferó su boca a mis espaldas…
latía en mi cabeza… perforándome el alma…
Diles que yo no te maté… diles que yo no fui la causa...
cruda y pura crueldad que condenaba mi pena por tu viaje sin escalas…
Aquellas balas alcanzaron de lleno mi espalda...
Sí… tenía que haber hablado… pero no dije nada…
Se emborronaron todos los colores de mi lienzo…
el veneno de las puñaladas mutiló mi sangre y mi mente…
me ardía por dentro el peso de aquel disparate cobarde,
y el caudal del dudar su posibilidad… me arrastraba…
Aquella sentencia... aquellas malditas palabras…
aliñadas con la angustia de no poder volver a verte… me ahogaba…
Ama… diles que mi vida no fue el motivo de tu muerte...
diles que siempre fui el abrazo en tus silencios y los oídos de tu voz…
 
Mi vacío se llenó de dolor…  y quedé atrapada entre sus garras...
Vi amaneceres locos que lloraban lunas abrasadas,
quise dejarme morir en el océano de las lágrimas…
Vivía en una pesadilla que solo moría cuando dormía
y que volvía a matarme cuando despertaba…
Esa maldita depresión… oxidó las agujas del sol…
entre la niebla mortecina… el tiempo se paraba…
Dolió como creí que nada más podía doler después de tu marcha…
es ese capítulo que nunca me gusta hablar en voz alta…
Ay Ama…! si se pudiera comprar y reescribir el tiempo…
quiero volver a sentir ese amor tuyo sin disfraces ni máscaras…
A veces me pierdo entre las cenizas del incendio
y aún creo que mi amor y mi hombro te siguen haciendo falta…
Tú me decías que siempre gana quien da todo de sí…
y la anemia de mi pena… delataba el eco de mi alma…
 
Se descolgaron los años del calendario…
la voz de tu ausencia empezó a iluminar el túnel,
aprendí que mi cuerpo no podía ser la sepultura del privilegio de estar viva…
dejé de cultivar hogueras y sombras
y comprendí que me mataba tu vida más que tu muerte
porque… desde tu salud durante años… la implorabas…
entendí que me dolía no volver a tenerte… no tu ida… ni su causa…
Con el amor de quien acompaña mis días
vigilando cada arruga de mis noches,
di la vuelta al mapa de aquella agonía sin geografía,
extraje la ponzoña y el fuego helado de mis entrañas.
Les quité la venda a las fotos... atisbé en el horizonte un “quizá…”
y me dejé conquistar por la ilusión de tu habla…
Sentí… cedí… y salté a ese otro lado de la página
creyendo querer volver a creer y poder olvidar…
Extendí un opaco manto, enterré esa crónica pasada,
clavé mi decisión personal en el centro de las viejas coordenadas,
puse rumbo a ese puerto… y lo intenté, por ti… con todas mis ganas…
busqué vientos de cambio pero… de mis brisas hicieron murallas…
Traté de volver a meterme en aquel traje… pero resultó de talla falsa...
Las ilusiones pueden convertirse en mentiras emboscadas…
y a veces, se imagina de más… y te pasas de frenada…
Retornaron los chismes… las argucias… las malas jugadas…
y aquella terrible frase volvió a colarse en mis veladas…
porque… ¡Ama... las malas personas… nunca cambian…!
Jueces y verdugos… asaltando las fronteras de mi paciencia,
deseaba poder maquillar sus embestidas y sus cornadas…
hasta que aquel tifón desgarró de nuevo mi vela…
rebosaron las trincheras… y tracé la línea del “basta…”
Lo intenté Ama… jugué al juego del equilibrio…
busqué entre la furia del oleaje la calma...
pero al final… el barco hizo agua...
Me equivoqué al volver a sonreír al causante de mis lágrimas…
¿La diferencia ahora? el diablo ya no me arranca la palabra…
prisionero de su maldad… víctima de su propia vileza…
no sabe que esta vez sus balazos no ahogaron mis ganas…
Esta vez, mi vida no se doblegaría ante sus tretas y artimañas,
no iba a permitir que volviera a inundar mi navío de zozobra y rabia.
Pudieron reabrirse las heridas, pero… estaban bien curadas…
me hice fuerte… ya no es tan fácil quebrar mi mesana…
Ama... diles que tu pasado fue mi timón… nunca mi ancla…
diles que mi cubierta estuvo para ti siempre alerta y desierta de polvo y paja…
 
Encajé toda la metralla de ese tiempo de intentos frustrados
y, como esa lluvia que llueve sin ser vista,
viré la dirección antes de chocar contra el acantilado,
empaqueté en mis maletas las nubes de la tormenta…
y volví sobre la misma ruta de mis pasos…
Así firmé el último capítulo de una historia de abrazos enfermos,
no valoraron mi presencia y yo… envolví mi ausencia para regalo...
aunque… confieso que nunca pude arrancarme las cuchilladas…
llevo las cicatrices de la verdad de sus mentiras tatuadas en mi piel…
y a veces las miro… las admiro y las amo por sus enseñanzas…
 
Ama… ya ves… aquí estoy… leyéndote la vida al escribirte…
herida… emocionada, pero más viva que nunca,
y, aunque muerta para algunos según sus palabras…
aquí me quedo… entre las bambalinas del mar de tu magia…
hurgando en el sinfín de recuerdos que son las horas de mis días…
Veintiún años después… y se me sigue estrechando el corazón…
echándote de menos en las viejas canciones de cada marea que sube y baja…
Te quiero… y te seguiré queriendo con el coraje que me enseñaste…  
te querré… hasta que la última ola venga a apagar mi orilla…
Ama… diles… que yo no fui…
¡Silencio! que nadie hable… hasta que callen las lágrimas…

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