Míranos, María… (A Mª Dolores)




Quiero dedicar este poema titulado “Míranos, María” a María Dolores (mi suegra) hoy, 10 de noviembre de 2018... el día que cumpliría 62 años...
 
Míranos, María…
Aquí seguimos… alojados en la solemne pausa del silencio roto…
queriendo avanzar más allá del ser de los deseos...
soportando la insostenible realidad con la que los pilares del tiempo no pudieron… 
 
Míranos, María…
Hoy es tu cumpleaños… otrora día de celebración y festejo…
y el corazón me pide que desnude mi poesía y que te escriba estos versos…
como el día que enterramos tus cenizas en el cementerio,
aunque mi voz de aquél día haya sido ya barrida por el viento.
 
Míranos, María… 
tratando de mutilar esta distancia impuesta entre los momentos que ya nunca seremos…
buscando el puente entre la rabia y la tristeza, entre la ira… y tu infinito firmamento…
y… aún seguimos respirando el aire de aquél barcelonés hospital dantesco…
sí… aquél… el más grande... el más pequeño...
el de tan cerca… el de tan lejos…
allí estuvimos los cuatro contigo… jugando a declinar los sueños,
amontonando minutos… y horas… y días que se nos escurrían entre los dedos…
Aquellas últimas semanas contigo… en ese Vall D’Hebron perverso…
donde se tejieron las alas… para tu intemporal vuelo…
vivirán para siempre grabadas en nuestros más íntimos recuerdos…
Míranos, María…
cada uno guardamos en nuestra memoria el fogonazo de tu último gesto...
Tus ojos... sonreían esperanza viva la última vez que los recuerdo despiertos,
y, en lo más hondo de nuestro dolor, grabado a fuego…
llevamos tatuada la silueta de tu cuerpo…
y el brillo de tu mirada… y el eco de tu silencio…
todo archivado en ese rincón del alma… en ese ángulo secreto
donde nadie nunca pueda ya jamás robarnos el cielo…
aunque sigamos encerrados en el misterio de una verdad que aún nos miente…
desde aquella puerta batiente del último adiós consciente…
Después… casi doce quirúrgicas horas… nerviosos, agitados… impacientes...
confinados en ese carrusel loco entre la inquietud y la zozobra de nuestras mentes…
intentando arrancarle el cuerpo a un terco reloj inerte…
y vaciar sus minutos de arena en algún remoto desierto...
deshojando ilusiones, arrollando quimeras, desgranando proyectos,
esquivando las aristas de las utopías de unos rincones febriles y lentos,
aventurando los perezosos devaneos de los monitores quietos…
ahuyentando los hirientes delirios del riesgo de poder perderte… de no tenerte…
que invadían la sangre y la estirpe de nuestros pensamientos...
Y así… con las palabras enredadas entre las manos…
jugábamos a retar a esas horas infinitas tratando de inventarnos el tiempo…
Míranos, María…
nos dolían las sonrisas cuando supimos del final de la operación con éxito…
deambulábamos traficando con emociones por aquel hospital de pasillos viejos…
nos ardía en cada centímetro la angustia hasta poder saludarte de nuevo…
Y te vimos... y nos rompimos desde el perfil de ese bosque de máquinas, tubos y sueros...
Pero estabas allí… viva… superándonos en bravura, valentía y arrestos...
Un día, dos días, tres días luchando contra cada somático reto...
y cuando aquella última mañana de un jueves tempranero…
nos anunciaron con urgencia tu empeoramiento,
el día se hizo tan largo… entre escaleras, relojes, salas, temores y nervios…
sabiéndote la capital de aquél asombroso mapa de médicos y enfermeros,
entre un imponente despliegue tecnológico abarrotado de esfuerzos…
Cada instante… María… cada segundo de ese día entero
te supimos inmersa en esa tenaz pelea por la vida sin sosiego...
Esa tarde, María… hasta el cielo se pertrechó de oscuros pigmentos...
y decidió ponerse sombrío… tormentosamente negro...
pero tú quisiste resistirte… y rebasarlo…y hasta eclipsar sus truenos…
y, en otra lección de coraje, combate, garra y forcejeo,
también superaste aquella encrucijada vital con denuedo…
¡Seguías viva, María…! a pesar de tanto presagio adverso…
y bien entrada la noche, tras tantas horas de desasosiego,
de sustos, llamadas, mensajes y sufrimiento…
pudimos entrar a acariciar y agradecer, una vez más, tu batallador cuerpo...
 
Míranos, María…
Llovía el verano muy de noche al salir de aquél edificio inmenso…
agotados, asidos con todas nuestras fuerzas y nuestro miedo
a tu espíritu de lucha… agarrados a él como a un clavo ardiendo…
absortos, fatigados… pero… desesperadamente crédulos…
Rellenamos las almohadas con dogmas, fantasías y anhelos
y nos entregamos rendidos al más incierto de los sueños…
hasta que la madrugada quiso adornar su noche con las notas del teléfono...
¡Ay, María…!
Si nos hubieras visto organizarnos sin pensarlo en tan solo un momento…
aún sin amanecer… corriendo por aquellas calles sin freno...
Asustados, temerosos… calladamente ligeros…
afrontamos sin aliento las pálidas puertas del infierno,
y cuando se abrieron… y entramos… hubo unos instantes eternos…
y se nos apagaron las luces… y las voces… y los ecos...
y… el mundo parecía en ese instante… haberse parado por completo,
cuando un femenino rostro vacío… nos dijo… que habías muerto...
 
No sé si lo sabes, María…
pero entramos a verte después… y aún me cuesta creerlo…
Allí... entre la quietud del más feroz de los vacíos y el estupor de saber muerto tu cuerpo…
ahogados en la endiablada paz de un reposo depravado y agorero…
allí… como ese rayo de sol que acaba disolviendo el hielo,
como ese viento callado… como ese cielo sin regreso…
intentábamos traspasar el delicado esplendor
de esa niebla que decora el limbo de lo incrédulamente cierto…
flotando… como drogados… por los abismos del peor de los malos sueños…
Creo que… los cuatro queríamos quedarnos allí contigo por mucho más tiempo…
pero… a la vez… también escapar despavoridos… huyendo de tu silencio…
y… en un beso volado sobre tu frente te dijimos cuánto te quisimos y te queremos... 
Míranos, María…
ese día anémico de pausas nos empujaba a legalismos y papeleos,
torturándonos a recitar los acordes amargos de tu nombre para ello…
Resueltos los trámites de registros y el traslado a casa de tus restos,
recogimos nuestras cosas, llorando nuestro dolor… por fuera y por dentro…
metimos en las maletas los planos y los planes, las ansias y los deseos,
empaquetamos nuestras lágrimas… en la álgida valija del sufrimiento,
y llenamos los huecos del maletero con puñados de sollozos y jirones de lamentos…
Tú lo sabes bien, María… porque conversamos mucho sobre esto…
habíamos viajado hasta allí con tanta decisión, necesidad y convencimiento…
que nos vaciamos… al límite… buscando regalarle a tu vida más tiempo…
y… extrañamente… como una maldita mentira que expresa lo cierto…
estábamos viviendo de lleno la vida de tu muerte en directo…
metiendo en el equipaje, bien dobladito, ese indescriptible tormento,
para emprender el camino de vuelta a casa… de pena y de desventura ciegos…
con tu último adiós clavado en el corazón… y corriendo…
 
Míranos, María…
aquí estamos desanclando tu soledad entre mudos abrazos con olor a invierno…
a sabiendas de que nunca nos separaremos de ti llevándote siempre dentro...
lamiéndonos las heridas invisibles entre penumbras y sentimientos…
navegando por islas sin continentes ni orillas… ni sendas… ni vida…
Perdóname, María…
porque esta poesía nace ya rota por el ruido estridente de tu silencio,
pero no puedo dejar de escribirla… me abrasa un impulso punzante e intenso…
creo que busca derribar los muros de la cárcel de este espejismo pérfido…
o, tal vez, un truco de magia que me permita convertir en realidad los sueños… 
para devolverte llena de vida… a tu casa y a tus días… pero…no… ¡no puedo…!
y estalla contra el cristal la verdad… la realidad de tu deceso… y me rompo…
y se me quiebran en pedazos... alma, corazón y cuerpo…
 
Míranos, María…
aquí seguimos tratando de abrigarnos con las huellas de tu recuerdo,
preguntándonos qué estará pasando al otro lado de tus desvelos… 
A veces me abstraigo entre la prosa cotidiana del incansable latir del tiempo,
y, cuando miro el jadear del mar acunando este mundo inquieto,
parece que el cielo quisiera desplomarse en el fondo de tus ojos a lo lejos…
¿Sabes, María?...
todavía me pierdo a ratos entre las coordenadas de su color eterno,
buscando otra vez un "ahora" que respire entre estos versos…
pero siempre me encuentro un "nunca" ya en nuestro universo…
y alguna vez consigo descolgarme de una nube por una espiral de conceptos
y… me sorprendo pensando que no quisiste que este otoño lento
te pillara con la piel reseca… o con ese corte de pelo…
y te fuiste a dar un baño de luz de luna fría a algún centro comercial del cielo…
Míranos, María... 
iluminando el presente de tu pasado ahogados en un futuro en cueros,
atrapados en los grilletes de tu ausencia llena de flores de pétalos secos...
Aquí seguiremos todos, María…
venciendo los dobleces del disfraz más transparente de la vida…
saboreando en nuestras noches y en nuestros días los asaltos de tu bello recuerdo...
para poder así acicalar cada mañana los reflejos de esos sueños
de tu luna que a los cuatro nos mantienen siempre despiertos…
 
Feliz cumpleaños, María… allí donde estés…

 



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