Lo siento, Gabriel (Asesinado 27-02-2018)




Lo siento, Gabriel…
siento que te hemos fallado en este mundo de miedo… y cobardía…
siento habitar en una sociedad donde cabe la maldad infinita  
de los mil demonios de las manos que te arrancaron la vida…
Me derrumbé al saberte inerte ya en brazos de la muerte
y revolví entre las coordenadas de la vida buscando inventar
urgentemente el tacto y el contacto de un botón que te reviva…
Lo siento “Pescaíto…”
no lo pude hacer y se desangraron las venas del día,
derrumbando esperanzas, desgarrando ilusiones y geografías…
Siento desde la distancia el ruido del silencio en tus labios quietos…
Mis lágrimas borran las palabras desde cada ángulo de tu bella sonrisa…
Cierro los ojos y veo tu rostro… guapo… tu rostro eterno…
entre la densidad del brillo de un silencio suicida…
¡Cómo calmar tanta poesía sin poder encontrar respuestas!
 
No, no puedo Gabriel, no quiero…
que Rozalén deje de sembrar jamás sus girasoles en el do-re-mí del viento,
para que tu madre pueda danzarlos siempre sobre las alas de tu recuerdo…
Sí, “Pescaíto…” sí… así quiero verte eternamente sonriente…
que Rozalén canta... y las nubes se levantan
izando el telón del concierto de una nueva vida mágica,
mientras tú bailas besando las íntimas sombras
de las manos de tu madre que te acarician entre vuestros bailes y danzas…
 
No, no puedo, Gabriel… no quiero
que se me olvide nunca la paz y la bondad que tu madre irradia,
aun estando sumida en el gigante mar de la pena más amarga…
ni que se me borre jamás del latir de mi memoria
la nobleza y la verdad que tu padre porta en el semblante de su alma,
salvado por ti al iluminar el cielo con los girasoles de tu mirada…
 
Y sí, Gabriel, sí puedo… y sí quiero
decirte que conseguiremos, mientras vencemos las lágrimas…
que la soledad más desolada castigue las alambradas
de los sueños de la pérfida pécora que apagó tu luz como si nada…
que la prisionera de tu muerte excave sus infiernos con su escoba malvada…
en la celda de sus días… padeciendo los ecos de la risa de tu alma…
y que siga improvisando ardides y mentiras a escondidas
sin poder esconder su rabia bajo ninguna máscara,
mientras su memoria intente estérilmente olvidar tu cara…
¡Muerte que asombra, muerte que nos vuelve sombra…!
¡Cómo plantarle cara a una vida descosida y sin entrañas!
El brillo muerto de la conciencia de los ojos de esa bruja mala,
nunca podrá matar tu infantil poesía inmortal
por millones de “pescaítos” de colores escoltada…
 
Hoy y siempre, Gabriel…
somos muchos quienes te seguiremos viendo…
dibujando en el cielo “pescaítos…” sonrientemente eterno…
entre los andamios del pretexto de nuestro recuerdo…
¡Eres tan grande, Gabriel, siendo aún tan pequeño…!
que has logrado agitar los cuatro puntos cardinales y unirlos por completo…
que has enseñado a tus padres a quemar los puentes más negros
y a cruzar fronteras de puro amor y sentimiento eterno…
¡Eres tan enorme… Gabriel… tan terriblemente inmenso…!
que te has convertido en paisaje, en nube, en mar, en aire, en cielo…
que los que te aman y los que aprendimos a quererte sin quererlo…
quedamos para siempre abrazados al recuerdo de tu ausencia,
y, como dijo el poeta Benedetti en uno de sus tantos brochazos de talento,
nosotros aquí «en esta excursión a la muerte que es la vida» seguiremos…
 
Hasta siempre “Pescaíto…” hasta siempre Gabriel… niño eterno,
rey de la sonrisa más viva del universo…
y… Ángel y Patricia… padres de magistral e insólito precepto…
hasta que la vida nos deje seguir queriéndonos aun sin conocernos

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